Archivos Mensuales: abril 2010

Día de la Familia


Era domingo, el último domingo de mayo del año 2000. Cómo pasa el tiempo. Viajé a Cali muy temprano, porque mis hijos me habían invitado al «Día de la Familia» en el Colegio Reyes Católicos, donde estudiaban. Mi hija se hallaba en grado 11 y mi hijo en 3º.

Al llegar a Cali, fui directamente al colegio, porque les había dicho que allí estaría muy puntual a las 9 de la mañana. Increíble recibimiento. El señor rector del colegio y algunos profesores estaban atentos a la llegada de las diferentes familias.

Cada grupo tenía su propio stand. Cada uno de ellos, un color diferente. Recuerdo muy bien que en el grado 11 todos estaban de amarillo. Mi hija se hallaba con ellos. No sabíamos para dónde ir, porque el stand de mi hijo quedaba al otro lado. Los pequeñitos, alejados de los grandes.

Nos ubicamos con amigos y recién conocidos. Charlamos, reímos y empezó la función. Había rifas, premios, sorpresas, concursos. Un festival completo, donde participaban todos los estudiantes, profesores, egresados, directivos y padres de familia.

Almuerzos para elegir. Algunas familias habían preparado platos muy buenos y fuimos visitando cada sitio, comiendo de todo y abusando de los elementos grasosos o grasientos.

Por la tarde hubo música. La orquesta del colegio, canciones con los niños y al final, concurso entre los padres de familia. Ahí, me apunté. Para qué, ni idea. Me dijeron que si quería participar y dije que no había problema. Que me inscribieran. Creí que era un sorteo, una rifa, algo con boletas, pero los boletas éramos los que estábamos allí. Todo porque después de la inscripción nos llamaron para que dijésemos qué íbamos a hacer en el escenario.

Temblé y me dio risa. No podía creer. Estaba mi familia allí. Mis hijos no se habían dado cuenta de lo que iba a suceder. Yo tampoco. Cuando me preguntaron qué sabia hacer, les dije que muy poco. Al final, opté por la mímica.

Sandro de América se iba a presentar sin ensayar nada. Pero nada es nada. Recuerdo que el presentador me pidió el nombre del disco que iba a «cantar» de mentiras y le dije: «No tengo idea». Luego, recordé uno excelente: «Porque yo te amo». Salí de tercero a participar. Éramos siete.

Cuando tomé el micrófono vi público por todo lado. Padres, hijos, colores, camisetas, quioscos. Miré a donde estaban mis hijos. Recuerdo a mi hija con una expresión de dónde me escondo. Mi hijo, pequeño, me miraba como pensando «¿Y qué le pasa?»

Las contorsiones y movimientos de Sandro en su mejor época y un final en el cual mi hijo vino corriendo, gritando y llorando porque no entendía qué me estaba ocurriendo y qué había sucedido. Mi muchacho no sabía si me había enfermado o me había dado un ataque. Lloraba y asustado se acercó a abrazarme.

Bajé del escenario y ya tenía muchos fans haciendo barra. Cargué a mi hijo que no podía entender y por las lágrimas, deduje que yo era un fracaso en el escenario. Sin embargo y para sorpresa, gané. Gané. Mi primer premio en la vida. Después de tantos años participando en sorteos, risas y espectáculos, gané haciendo el ridículo en el Día de la Familia. «¡Qué oso!» Dijo mi hija, pero mi premio se lo guardó para ella.

Ese día lo recuerdo muy bien, porque fue emotivo, alegre, emocionante y las familias estaban ahí. Padres e hijos en una verdadera comunidad.

Eso no lo volví a ver ni allí, ni en otra parte. Y añoro El Día de la Familia, especialmente, ahora, cuando hay tantos «huérfanos de padres vivos».

Quisiera que en colegios y universidades se implantara «El Día de la Familia». Volveríamos a tener abrazos, caricias y besos entre padres e hijos y esa relación se incrementaría demasiado. Porque hace falta afecto. Y la falta de afecto, mueve a los niños y jóvenes a buscar otros caminos que no llevan sino a la droga, sexo desenfrenado, amistades peligrosas.

Una sugerencia a Rectores de colegios y Directores de Bienestar en las universidades: piensen en crear «El Día de la Familia».

Manuel Gómez Sabogal (manuelgomez1a@gmail.com)

¡Nunca se Rindan!


Sir Winston Churchill repitió tres veces en la escuela el octavo grado debido a que le costaba aprender. Es algo irónico que años después, ¡ la Universidad de Oxford le pidiera pronunciar el discurso de la fiesta de graduados!

Para este acontecimiento llegó con sus acompañantes habituales, un bastón y un sombrero de copa. Mientras se aproximaba al podio, el público le brindó aplausos de aprecio.

Churchill, con pausado ademán calmó la multitud, mientras se paraba firmemente delante de sus admiradores.

Luego colocó el sombrero sobre el atril. Mirando directamente a la ansiosa audiencia, gritó con voz vibrante de autoridad: «¡Nunca se rindan!» Transcurrieron algunos segundos. Se alzó en puntas de pie y gritó nuevamente: «¡Nunca se rindan!»

Sus palabras tronaron a través del auditorio. Se hizo un profundo silencio mientras Churchill alargaba su brazo en busca de su sombrero; ayudándose con su bastón abandonó la tribuna. Su discurso había terminado.

El discurso de graduación de seis palabras de Churchill fue sin duda el más corto y elocuente jamás pronunciado en Oxford. Aun así, su mensaje fue también uno que todos los presentes recordaron durante el resto de sus vidas.

La perseverancia es un gran componente del éxito; si golpea a la puerta con la persistencia y el ruido suficientes, seguramente despertará a alguien.

Vía Renuevo de Plenitud

La Clave del Éxito


Monumento a los Veteranos de Vietnam, ubicado en Washington DC. EEUU.

En mayo de 1969, la unidad de infantería de Jan Scruggs fue atacada por el Vietcong, Scruggs recibió heridas de metralla y fue enviado a su casa para recuperarse. Se sintió afortunado.

Después de su servicio en el ejército, Scruggs se graduó de consejero. Comenzó a soñar con erigir un monumento a sus compañeros, pero abandonó el pensamiento. Volvió a tener la idea en 1979, después de ver El Francotirador, una hermosa película acerca del impacto de Vietnam en un grupo de amigos de una pequeña ciudad. ¡Esta vez esta decidido! Aunque no tenía dinero ni una organización que lo apoyara, Scruggs usó sus propios fondos para establecer el «Fondo del Monumento a los Veteranos de Vietnam», una organización sin fines de lucro, organizó una conferencia de prensa donde dio a conocer sus planes. Reunió a un impresionante equipo de patrocinadores y en julio de 1980, Scruggs y sus voluntarios fueron premiados con un lugar cercano al monumento a Lincoln. Se les dio cinco años para que consiguiensen los fondos para la construcción.

En una operación relámpago, Scruggs y sus voluntarios consiguieron el dinero necesario para el Monumento a los veteranos de Vietnam… tres años antes de lo programado.

La clave del éxito no está en el tamaño de su meta… ¡sino en un impulso en alcanzarla!

Ningún proyecto vale el papel en el cual está impreso, salvo que lo impulse a usted a hacer algo.

Vía Renuevo de Plenitud

Cuatro Leyes de la Espiritualidad


La primera dice:
«La persona que llega es la persona correcta», es decir que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y avanzar en cada situación.

La segunda ley dice:

«Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido».
Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe el: «si hubiera hecho tal cosa…hubiera sucedido tal otra…». No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante. Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo.

La tercera dice:

«En cualquier momento que comience es el momento correcto».
Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará.

Y la cuarta y última:
«Cuando algo termina, termina».
Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia.

El Gusanito


Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un Chapulín:

– Hacia donde te diriges?, le preguntó.

Sin dejar de caminar, la oruga contestó:

– Tuve un sueño anoche; soñé que desde la punta de la gran montaña miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.

Sorprendido, el chapulín dijo, mientras su amigo se alejaba:
-Debes estar loco! ¿Cómo podrías llegar hasta aquel lugar? !Tú, una simple oruga!.

Una piedra será para ti una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.

Pero, … el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó . Sus diminutos pies no dejaron de moverse.

De pronto se oyó la voz de un Escarabajo:

-¿Hacia dónde te diriges con tanto empeño?

Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante:

– Tuve un sueno y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo.

El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo:

– Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa.

Y se quedó en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.

Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir de su sueño!

-No lo lograrás jamás! – le dijeron-, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.

Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar:

– Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.

Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió «por querer realizar un sueño irrealizable».

Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una ADVERTENCIA PARA LOS ATREVIDOS. De pronto quedaron atónitos.

Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta.

Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: UNA MARIPOSA.

No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir.

«Todos se habían equivocado».

Vía Renuevo de Plenitud

A veces hace falta una visión de otra persona


Muchas veces creemos que tenemos todo bajo control. O creemos que lo que hacemos es lo correcto. O sencillamente, creemos que lo que hacen los que nos rodean, es lo correcto.

Muchas veces necesitamos un punto de vista externo, objetivo e imparcial, para que de vez en cuando (de vez en cuando, no todo el tiempo) nos pueda indicar que vamos bien.

Y es que en el ámbito empresarial, desde hace tiempo se aplican auditorías internas y/o auditorías externas para verificar que todo marcha bien.

El problema es que a veces podemos tener una venda en los ojos, o quedamos ciegos ante las actitudes de quienes nos rodean. Y siempre los justificamos de muchas maneras.

  • No pudo venir «porque no tiene tiempo». (Pero si tiene tiempo para irse de vacaciones o de viaje)
  • Es que no tiene dinero… (Pero tiene un Blackberry, viste de lino italiano, y come en restaurantes todos los días)
  • Tiene otra, pero a mi es a quien ama de verdad…
  • Me ha dejado ya 4 veces, pero es que nos amamos. Y siempre que regresa lo acepto.

Siempre hay circunstancias que consideramos que justifican actuaciones, pero que pasadas a través del tamiz de una opinión externa o imparcial, vemos que no es así.

Y vivimos ciegos por toda la vida. O hasta que se nos cae la venda. Si alguien nos ayuda a tumbarla…

Luis Castellanos
Reflexiones Diarias

Papel en Boca


Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre honorable fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.

En realidad, el verdadero asesino era una persona muy influyente del reino y por eso, desde el primer momento, se procuró buscar un chivo expiatorio para encubrir al culpable, así que el hombre honesto e inocente fue llevado a juicio, conociendo de antemano que tendría escasas o nulas oportunidades de escapar al terrible veredicto: ¡la horca!.

El juez cuidó, no obstante, de dar al juicio todo el aspecto de justicia, y por ello le dijo al acusado:

Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en manos de Él tu destino. Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable o inocente. Tú escogerás una y será la mano de Dios la que decida tu destino.

Por supuesto, los manejos corruptos habían escrito en los dos papeles la palabra ‘CULPABLE’, y la pobre víctima, aún sin conocer los detalles, se daba
cuenta de que el sistema propuesto era una trampa.
No había escapatoria.

El juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. El hombre respiró profundamente, quedó en silencio por unos segundos, con los ojos
cerrados y, cuando la sala comenzaba a impacientarse, abrió los ojos y con una extraña sonrisa hizo su elección: tomó uno de los papeles y, llevándolo a su boca, ¡se lo tragó rápidamente!.

Sorprendidos e indignados, los presentes protestaron airadamente:

-¿Pero qué hizo? Y ahora, ¿cómo vamos a saber el veredicto?»

Es muy sencillo -respondió el hombre-. Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que yo elegí.

Con rezongos y enojo mal disimulado debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.

Cuando todo parezca perdido, usa la imaginación.

«En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento».
Albert Einstein

Vía Renuevo de Plenitud

Ser feliz


Se cuenta una fábula acerca de un joven huérfano que no tenía familia ni nadie que lo amase. Sintiéndose triste y solitario, caminaba un día por un prado cuando vio una pequeña mariposa atrapada en un arbusto espinoso.

Cuanto más pugnaba la mariposa por liberarse, más profundamente se le clavaban la espinas en su frágil cuerpo. El muchacho liberó con cuidado a la mariposa, pero ella, en lugar de irse volando, se transformó ante sus ojos en un ángel.

El muchacho se frotó los ojos sin poder creerlo mientras el ángel decía:

– Por tu maravillosa bondad, haré lo que me pidas.

El muchachito pensó por un momento y luego dijo:

– Quiero ser feliz.
– Muy bien -le respondió el ángel y luego se inclinó hacia él, le susurró al oído y
desapareció.

Al crecer el pequeño, no hubo nadie en el país más feliz que él. Cuando la gente le pedía que les dijese el secreto de su felicidad, solamente sonreía y decía: «Escuché a un ángel cuando era niño».

En su lecho de muerte, sus vecinos se reunieron a su alrededor y le pidieron que divulgase el secreto de su felicidad antes de morir. Finalmente, el anciano les dijo: «El ángel me dijo que cualquiera, sin importar lo seguro que pareciese, fuese joven o viejo, rico o pobre, me necesitaría».

Con frecuencia amamos las cosas y usamos a las personas, cuando en realidad deberíamos usar las cosas y amar a las personas.

Vía Renuevo de Plenitud

Una llamada


Dormir me encanta. Y más cuando llega el fin de semana. El Domingo de Ramos, era muy especial para mí. No quería levantarme. Deseaba dormir hasta cuando fuesen las once de la mañana para asistir a la misa. Mucho frío y la cobija caliente no invitaban a nada más.

A las cuatro de la mañana sonó el celular. Jamás había sucedido que a esa hora alguien me llamara o a algún amigo se le ocurriera despertarme. Es más, creí que estaba soñando. Sin embargo, el insistente sonido me despertó de inmediato.

Una amiga lloraba al otro lado de la línea. Se disculpó por la hora de la llamada pero, a mí lo único que se me ocurrió fue preguntarle qué le había ocurrido. En ella jamás era usual. Cuando habla conmigo, lo hace temprano, salimos a tomar café o conversamos sobre literatura ó música.

Pero esta madrugada era diferente. Lloraba. Me agradecía por haberle contestado. Y me preguntó: “¿No sabes lo que me pasa?” “para nada”, le contesté. Me incorporé un poco y me dijo: “mataron a mi hermano. Odio este país, odio a los que lo mataron”.

Seguimos conversando hasta las cinco de la mañana. La escuché. Recordé que a los amigos se les debe escuchar en los momentos más inesperados. A la hora no convenida. Cuando menos lo imaginamos. Eso hice. Traté de darle algún aliciente, pero sabía que era en vano. Le habían matado un hermano y yo imagino que eso debe doler demasiado, mucho, en el alma. No hay palabras. Pueden haber abrazos, pero no palabras, ni tiempo para calmar ese dolor.

No esperaba comenzar así el Domingo de Ramos, pero Dios hizo que esta llamada de una querida amiga me hiciera sentar a escribir esta nota.

Semana Santa en un país donde el odio, el rencor, la envidia, la corrupción son el pan de cada día. Semana Santa convertida en vacaciones en playas, cabañas, sitios de recreo. Amigos cristianos, católicos y de todas las religiones dejaron de lado la reflexión para disfrutar de siete días de asueto.

Semana Santa en un país del que se quieren escabullir muchos colombianos por miedo, por temor a un futuro incierto. Porque no hay paz ni en las familias y porque, tampoco hay familias.

Por eso, con un abrazo grande a mi amiga, con un sincero amor de amigo, solo me resta recordar una estrofa de una bella canción de Palito Ortega:

“Yo tengo fe, yo creo en el amor. Yo tengo fe, también mucha ilusión, porque yo sé, será una realidad el mundo de justicia que ya empieza a despertar. Yo tengo fe, porque yo creo en Dios. Yo tengo fe, será todo mejor, se callarán el odio y el dolor, la gente nuevamente hablará de su ilusión”.

Manuel Gómez Sabogal
manuelgomez1a@gmail.com

El Incorruptible Fabricio


El nombre de Fabricio Lucio, célebre general romano de los tiempos primitivos de expansión de la República, ha quedado en la historia como emblema de probidad, sencillez, desinterés e integridad ciudadanas. Se dice que «hallándose el famoso general en la más completa pobreza fue nombrado embajador por la República, para ir a tratar con Pirro, rey de Epiro, sobre asuntos de la mayor importancia concernientes a su patria. Pirro lo recibió en su corte con las mayores distinciones y trató de inducirlo para que secundara sus proyectos, contrarios a Roma, ofreciéndole honores elevados y grandes riquezas.»

Pirro conocía las valías morales de Fabricio, con quien había luchado en acciones bélicas sin que hubiera logrado vencerlo. Conocía la entereza de carácter del noble Fabricio y creyó que si lograba inclinarlo a su favor habría hecho una trascendente adquisición. En efecto, Pirro, haciendo uso de su habilidad, de su talento y sus riquezas, y aprovechando la pobreza de Fabricio, le hizo insinuaciones morbosas, indignas de la elevada moral del ciudadano íntegro.

La contestación de Fabricio fue la siguiente: «Si aún me crees honrado; ¿por qué pretendes corromperme? Y si me crees capaz de dejarme sobornar, ¿de qué puedo servirte?» Tan elocuente contestación hizo retroceder a Pirro y le proporcionó una visión de un hombre cabal, digno de la más alta consideración.

Vía Renuevo de Plenitud

Viernes Santo


Jueves Santo