Archivos Mensuales: May 2008

Decálogo para formar a un delincuente


1: Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.

2: No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.

3: Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.

4: No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.

5: Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.

6: Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.

7: Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.

8: Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.

9: Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.

10: Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.

“Y cuando su hijo sea ya un delincuente, proclamad que nunca pudisteis hacer nada por él”.

Emilio Calatayud
Juez de Menores en Granada, España

Sed


Cuentan que una vez un hombre viajaba por el océano y su barco se hundió, quedó a la deriva por varios días antes de que milagrosamente fuera encontrado por un bote pesquero.

Al recuperarse de su pésima condición, contó el peor error que había cometido. Al sentir una sed desesperante, bebía agua salada, y por la sal contenida en la misma, lejos de saciarse, sentía más sed e introducía sal y arena a su cuerpo que lo deshidrataba más.

Muchas veces cuando sentimos sed de amor, cariño, comprensión, verdad o atención, la buscamos en cosas que lejos de saciarnos, nos dejan peor que antes. Así, el solitario se refugia en otro más solitario; el falto de amor lo busca en los placeres y la vida desenfrenada; el incomprendido se refugia en vicios y mal carácter para llamar la atención.

Arturo Quirós

La Ley del Camión de Basura


¿Qué tan a menudo permites que las cosas absurdas de otras personas te cambien el humor? ¿Permites que los pésimos conductores, los meseros irrespetuosos, el brusco de tu jefe o algún empleado insensible te arruinen el día?

Cada vez que tienes una mala experiencia con este tipo de personas, por lo menos te dejan siempre medio tambaleando, al menos que seas “Terminator”. Sin embargo, una de las características de las personas con éxito es el hecho de que en lugar de quedarse clavados en esa mala experiencia, es que muy rápido se pueden volver a enfocar en lo que realmente es importante.

Hace dieciséis años yo aprendí esa lección. La aprendí en el asiento trasero de un taxi neoyorquino. Esto fue lo que sucedió:

Me subí a un taxi rumbo a la Estación Central del Ferrocarril y cuando íbamos por el carril de la derecha, por poco nos estrellamos con un carro que así de repente y de la nada salió como bólido de donde estaba estacionado.
El conductor del taxi en que iba alcanzó a frenar a todo lo que daba, el taxi se derrapó y por un pelo de rana casi le pegamos al auto que quedó frente a nosotros.
Después de esto, el conductor del OTRO auto, el tipo que casi causó el accidente, asomando la cabeza por la ventanilla comenzó a gritarnos una cantidad horrible de insultos y majaderías.
Todavía recuperándome del susto, lo que acabó de sacarme de mis casillas fue la actitud del chofer de mi taxi, quien en forma extremadamente amistosa y cortés le sonreía y saludaba con la mano al conductor del otro auto.
Yo estaba furioso y confundido, pero no me quedé con las ganas y le pregunté al chofer de mi taxi que porque se ponía a sonreír y saludar al tipo que casi nos hizo chocar, arruinar su taxi y posiblemente hasta enviarnos al hospital.
Entonces, el taxista con voz pausada me contó lo que ahora yo llamo “La Ley del Camión de Basura”.
Mire, me dijo: ¿Ve aquel camión de basura? Sí, le dije ¿y eso que tiene que ver? Pues, así como esos camiones de basura existen, hay muchas personas que van por la vida llenos de basura, frustración, rabia, y decepción. Tan pronto como la basura se les va acumulando, necesitan encontrar un lugar donde vaciarla, y si usted los deja seguramente le vaciarían su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones.
Por eso cuando alguien quiere vaciar su basura en mí, no me lo tomo a personal; sino tan solo sonrío, saludo, les deseo todo el bien del mundo y sigo mi camino. Hágalo usted también y le agradará el haberlo hecho, se lo garantizo.
A partir de ese día comencé a pensar que tan a menudo permito que estos Camiones de Basura me atropellen; y me pregunte a mi mismo que tan a menudo recojo esa basura y la esparzo a otra gente en casa, en el trabajo o en la calle.
Así que me prometí que ya jamás lo iba a permitir. Comencé a ver camiones de basura y así como el niño de la película “El Sexto Sentido” decía que veía a los muertos, bueno ahora así yo veo a los Camiones de Basura. Veo la carga que traen, los veo que me quieren echar encima su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones y tal y como el taxista me lo recomendó, no me lo tomo a personal, tan solo sonrío, saludo, les deseo lo mejor y sigo adelante.
Los buenos líderes saben que tienen que estar listos para su próxima reunión. Los buenos padres saben que tienen que recibir a sus hijos con besos y abrazos. Los líderes y los padres saben que tienen que estar física y mentalmente presentes y en su mejor estado para la gente que realmente es importante para ellos.

En resumen, la gente exitosa no permite que los Camiones de Basura absorban su día.

Alumbra


Hace cientos de años, había un hombre en una ciudad de Oriente. Un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. EI amigo lo mira y de pronto lo reconoce Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo entonces, le dice: ¿Que haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves…

Entonces, el ciego le responde: -Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí… No sólo es importante la luz que me sirve a mí sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

¿No sabes que alumbrando a otros, también me beneficio yo, pues evito que me lastimen otros que no podrían verme en la oscuridad?-

Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.

Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil, muchas veces en vez de alumbrar, oscurecemos mucho más el camino de los demás. ¿Cómo? A través el desaliento, la crítica, el egoísmo el desamor, el odio, el resentimiento…¡Que hermoso sería si todos ilumináramos los caminos de los demás, sin fijarnos si lo necesitan o no!. Llevar luz y no oscuridad. Si toda la gente encendiera una luz, el mundo entero estaría iluminado y brillaría día a día con mayor intensidad.

Luz, demos luz. Tenemos en Jesús el motor que enciende cualquier lámpara, la energía que permite iluminar en vez de oscurecer. Está en nosotros saber usarla. Está en nosotros ser Luz y no permitir que los demás vivan en las tinieblas.

No es No


-No, es No y hay una sola manera de decirlo. No. Sin admiración, sin interrogantes, ni puntos suspensivos.
-No, se dice de una sola manera. Es corto rápido, monocorde, sobrio y escueto.
-No, se dice una sola vez. Con la misma entonación.
-Un No que necesita de una larga caminata o una reflexión en el jardín no es No.
-Un No que necesita de explicaciones justificadoras, no es No.
-No, tiene brevedad.
-No, no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas, ni puede dejar de ser.
-No, aunque el otro y el mundo se pongan patas arriba.
-No, es el fin de un libro, sin más capítulos ni segundas partes.
-No, no se dice por carta, ni se dice con silencios, ni en voz baja, ni gritando, ni con la cabeza gacha, ni mirando hacia otro lado, ni con símbolos devueltos, ni con pena, aún menos con satisfacción.
-No, es No.

Cuándo el No es No, se mirará a los ojos y el No se descolgará naturalmente de los labios. La voz del No, no es trémula, vacilante, ni agresiva, no deja lugar a dudas.
Ese No, no es una negación del pasado, es una corrección al futuro.

Y sólo quién sabe decir No, puede decir Si.

Adopta a un adulto


Adopta un adulto y enséñele cosas que él ya olvidó.
Tú puedes adoptar a tu papá, mamá, tía, un amigo virtual, marido, novio.

Lo importante es encontrar a alguien que precise ser adoptado,
que precise volver a ser niño(a).

Cómo elegir?

Humm!!! Es fácil reconocer los adultos que más precisan ser adoptados.

Ellos suelen ser: quejosos mal humorados y llenos de cosas para hacer.

Son demasiado serios, viven quejándose de lo que hacen, no les gusta el ruido, de música o de cosas inesperadas. Odian las sorpresas y generalmente no les gusta comer golosinas o andar descalzos.

Apuesto que tú conoces varios así!!!

Qué hacer?

Después de haber elegido, acércate, despacito y con mucha paciencia, anda enseñándole como ser niño(a) nuevamente.

Haz un lindo dibujo y dáselo de regalo…

Enséñale a hacer crecer las nubes en la imaginación, aprender a gustar del cariño comienza con 1, 2, 3 besitos, el beso es bueno !!!,a creer en ángeles, dragones (cuéntale una historia donde él esel héroe y matará el dragón feroz que existe dentro de él). 

Claves de amor


 

El amor no se mendiga, se da cuando lo sientes.
El amor no se busca, llega sin esperarlo.
El amor no son momentos, es toda una vida.
El amor no se fuerza, es espontáneo.
El amor no son solo caricias, son sentimientos.
El amor no es todo alegría, también dolor y sufrimiento.
El amor no es querer, es dar solo dar.
El amor no es pedir, es el deseo de servir.
El amor no es ser feliz tú, sino desear la felicidad al otro.
El amor no es razonar, es dejarse llevar por el corazón.
El amor no es querer entender, es aceptar las diferencias.
El amor no son solo 4 letras, es toda una palabra reflejada en TI.

La enfermera


 

Un caluroso día de verano, un joven matrimonio y su pequeña hija de cuatro años, Susana, iban de viaje de vacaciones a las montañas por algunas semanas cuando en forma imprevista un inmenso camión que venía en sentido contrario chocó violentamente al pequeño auto en que viajaban. Los padres de la niña quedaron gravemente heridos y ella se quebró algunos huesos. Tan pronto como fué posible fueron llevados al hospital más próximo y separados en distintos centros: los padres fueron a la unidad de cuidados intensivos, y Susanita fue llevada a la unidad infantil. Como pueden imaginarse, la niña no sólo se encontraba con grandes dolores físicos, sino que además ella estaba muy asustada porque sus padres no estaban con ella para confortarla.

Gloria, la enfermera que fue asignada a Susana, era soltera y de unos cuarenta años. Ella entendió el temor y la inseguridad de la niña y procuró darle todo lo que sus padres no podían darle. Cuando Gloria terminaba su turno de trabajo, en lugar de irse a su casa se ofrecía como voluntaria para acompañar a Susana por las noches. Por supuesto que la relación especial que estaba naciendo entre la niña y su enfermera produjo un acercamiento afectivo muy grande entre las dos. Gloria le traía galletas, libros de monitos y juguetes; le cantaba canciones y le contaba un sin fin de cuentos.

Cuando Susanita pudo moverse, Gloria la colocaba en una silla de ruedas y la llevaba a visitar a sus padres todos los días. Después de varios meses de hospitalización la familia fue dada de alta. Antes de dejar el hospital los padres agradecieron a Gloria por su devoción y tierno cuidado, y la invitaron a que los visitara. Susana no quería que Gloria se quedara e insistía en que ella se fuera a vivir con ellos. Gloria tampoco quería que su Susanita se fuera sin ella, pero su vida estaba en el hospital para niños y ella no podía dejar su «hogar». Por meses mantuvieron contacto solo vía telefónica debido a la distancia que los separaba, hasta que la familia se fue a vivir a otro país.

Después de pasar más de treinta años, Gloria ahora en sus setenta, se enfermó de pulmonía y fue hospitalizada en la unidad geriátrica del hospital cerca de su casa. Una enfermera que estaba de turno notó que Gloria recibía muy pocas visitas, así que trató de darle un cuidado especial.

Una noche cuando la enfermera estaba sentada cerca de su anciana paciente y conversaban amigablemente, le confidenció a Gloria la razón por la cual ella había estudiado enfermería. Comenzó diciendo que cuando ella tenía cuatro años, con sus padres había tenido un accidente automovilístico, y que al ser llevada al hospital conoció a una enfermera maravillosa que le había ayudado a recuperarse con tal devoción y amor. Después, continuó diciendo, había dejado el país y al crecer había decidido seguir el ejemplo de su amada y recordada enfermera, estudiando enfermería, para poder ayudar a los enfermos

Al volver a su país y contraer matrimonio, encontraron trabajo en esta ciudad. Y por eso que ella estaba en ese lugar.

Gloria no pudo seguir escuchando, y con sus ojos llenos de lágrimas se acercó a su enfermera y le dijo: «Susanita, estamos nuevamente juntas, pero esta vez tú me estás cuidando». Susana al fijar sus ojos en Gloria de pronto pudo reconocerla. ¿Eres realmente tú?, exclamó. «Cuantas veces he pensado en ti y orado que algún día pudiéramos estar juntas de nuevo».

Cuando Gloria se recuperó, Susana sin preguntar tomó las pertenencias de Gloria y la llevó a vivir con su familia, donde llegó a ser una muy especial abuelita.

La bailarina


 

Una joven había tomado clases de ballet durante toda su infancia, y había llegado el momento en que se sentía lista para entregarse a la disciplina que la ayudaría a convertir su afición en profesión.

Deseaba llegar a ser la primera bailarina y quería comprobar si poseía las dotes necesarias, de manera que cuando llegó a su ciudad una gran compañía de ballet, fue a los camerinos luego de una función, y habló con el director.

Quisiera llegar a ser una gran bailarina, le dijo, pero no se si tengo el talento necesario o que me hace falta.
Dame una demostración, le dijo el maestro.
Transcurrido apenas 5 minutos, la interrumpió, moviendo la cabeza en señal de desaprobación.

No, no tiene usted condiciones.

La joven llegó a su casa con el corazón desgarrado, arrojó las zapatillas de baile en un armario y no volvió a calzarlas nunca más, se casó, tuvo hijos y cuando se hicieron un poco mayores, tomó un empleo de cajera en un supermercado.

Años después asistió a una función de ballet, y a la salida se topó con el viejo director que ya era octogenario, ella le recordó la charla que habían tenido años antes, le mostró fotografías de sus hijos y le comentó de su trabajo en el supermercado, luego agregó: Hay algo que nunca he terminado de entender.
Cómo pudo usted saber tan rápido que yo no tenía condiciones de bailarina?

Ahhh, apenas la miré cuando Ud. bailó delante de mi, le dije lo que siempre le digo a todas, le contestó.
Pero eso es imperdonable! Exclamó ella, arruinó mi vida, pude haber llegado a ser primera bailarina!

– No lo creo, repuso el viejo maestro. Si hubieras tenido las dotes necesarias, y una verdadera vocación para bailar, no habrías prestado ninguna atención a lo que yo dije.

Sin duda, si te crees perdido, estás perdido y si crees que no puedes, pues no podrás.
Si quieres hacer algo pero lo crees imposible, no creo que triunfes jamás.

En la vida no solo el valiente o el veloz triunfa, tarde o temprano el que siempre vence es el que cree que es posible.

La Mano


Un editorial, en el Día de Acción de Gracias, habló de una profesora que pidió a sus alumnos de primer grado que hiciesen un dibujo de alguna cosa por la cual estuviesen agradecidos. Ella pensó que seguramente todos ellos eran hijos de familias pobres no tendrían mucho que agradecer, así que dibujarían platos de comida, o alguna cosa por el estilo. Sin embargo, la profesora quedó sorprendida con el dibujo que hizo uno de sus alumnos… Era una mano, dibujada de forma sencilla e infantil.
Pero, ¿de quién era la mano? Toda la clase quedó encantada con aquel dibujo.
«Creo que debe ser la mano de Dios», dijo un niño
«No, yo creo que que es la mano de un granjero que está dando de comer de comer a las gallinas», dijo otro.
Cuando finalmente todos volvieron a su trabajo, la profesora se aproximó a su alumno y le preguntó de quien era la mano.
«Es su mano, profesora» -murmuró él.
Entonces la profesora se acordó que, en varias ocasiones, en el recreo, ella le había cogido de la mano a él, que era un niño raquítico y desamparado. Ella hacía esto frecuentemente con los niños. Pero aquello significaba mucho para este alumno.
Esa debería ser la acción de gracias de todos, no por las cosas materiales que nos dan, sino por la oportunidad de todas las cosas pequeñas con las que nos podemos dar a los otros.

Las manos del abuelo


El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del patio. No se movía, solo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos. Cuando me senté a su lado no se dio por enterado y entre más tiempo pasaba, me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía.
Levantó su cabeza, me miró y sonrió. «Sí, estoy bien, gracias por preguntar», dijo en una fuerte y clara voz.
«No quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente mirando tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien», le expliqué.
«¿Te has mirado jamás tus manos?» preguntó. «Quiero decir, ¿realmente mirarte las manos?»Lentamente abrí mis manos y me quedé contemplándolas. Las volteé, palmas hacia arriba y luego hacia abajo. No, creo que realmente nunca las había observado mientras intentaba averiguar qué quería decirme. El abuelo sonrió y me contó esta historia:
«Detente y piensa por un momento acerca de tus manos, cómo te han servido bien a través de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y débiles han sido las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar, agarrar y abrazar la vida.
Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo.  Cuando niño, mi madre me enseñó a plegarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y ásperas, hinchadas y dobladas.
Se mostraron torpes cuando intenté sostener a mi recién nacido hijo.
Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y esposa y cuando caminé por el pasillo con mi hija en su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y lavado y limpiado el resto de mi cuerpo.
 
Han estado pegajosas y húmedas, dobladas y quebradas, secas y cortadas.
Y hasta el día de hoy, cuando casi nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme, y se siguen plegando para orar.
Estas manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. Pero más importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las Suyas cuando me lleve a casa.»

Ser mamá


 

Estábamos sentados a la hora del almuerzo cuando mi hija casualmente mencionó que ella y su marido estaban pensando en «formar una familia».

– Estamos haciendo una encuesta – bromeó – ¿Crees tú que debería tener un bebé?

– Te va a cambiar la vida – dije yo, manteniendo un tono neutral.

– Ya sé – dijo ella, – no más dormir el fin de semana, no más vacaciones espontáneas – pero no era a eso a lo que yo me refería.

Miré a mi hija, tratando de decidir qué decirle.

Quería contarle que las heridas físicas de tener un bebé sanarían, pero convertirse en madre le dejaría una herida emocional tan grande que la haría para siempre vulnerable…
Quería decirle que nunca más leería el diario sin preguntar: y si ese hubiera sido MI hijo?».
Que cada caída de avión, cada casa que se incendia, cada accidente de tránsito la van a perseguir.
Que cuando vea una foto de un niño hambriento, se preguntará si no hay nada peor en la vida que ver a tu propio hijo morir.

Miré sus manos con manicure y su perfecto traje de dos piezas y pensé que sin importar cuan sofisticada es ella, convertirse en madre la reducirá al nivel más primitivo donde lo más importante es proteger a su crío. Que el llamado urgente de «mamá!!!» le hará quebrar su fuente de cristal más fino sin siquiera dudarlo. Me gustaría advertirle que sin importar cuantos años ha invertido en su carrera, serán descarrilados por la maternidad.

Podrá contratar una nana, pero algún día tendrá que ir a una importante reunión y recordará el dulce olor de su bebé.

Tendrá que endurecer su corazón para no volver corriendo a casa, solo para asegurarse de que está bien.

Quería decirle a mi hija que las decisiones comunes de cada día ya no serán rutina.

Que la decisión de un niño de 5 años de ir al baño de varones en Mac Donald’s en vez de el de mujeres será un problema gigante.

Allí, en medio de las bandejas y los gritos de otros niños, los asuntos de independencia e identidad de género chocarán contra la idea de un pedófilo esperando en ese baño de varones.

Cualquier decisión que tome en la oficina, la repensará constantemente como madre. Mirando a mi atractiva hija, le quería asegurar que eventualmente perderá los kilitos de más del embarazo, pero nunca más se sentirá igual consigo misma.

Que su vida, ahora tan importante, pasará a segundo plano una vez que su bebé haya nacido.

Ahora que ella daría su vida en un momento por salvar a su bebé, también comenzará a pedir por más años de vida, no para cumplir sus sueños, sino para ver los de sus hijos cumplidos.

Quería decirle que la cicatriz de la cesárea y las estrías se convertirían en sus medallas de honor.

La relación de mi hija y su marido cambiará, pero no de la manera que ella piensa. Ojalá ella entendiera cuánto más se puede amar a un hombre que es cuidadoso para poner talco a su bebé o que siempre tiene tiempo para jugar con él.

Quiero que sepa que se volverá a enamorar de su marido por razones que ahora encontraría muy poco románticas.
Quisiera que ella pudiera sentir el lazo que tendrá con otras mujeres que han tratado de detener guerras, acabar con los prejuicios y no manejar bajo los efectos del alcohol.
Quiero describirle a mi hija la felicidad que se siente al ver a tu hijo aprender a andar en bicicleta.
Quiero capturar para ella la risita divertida de un bebé cuando toca por primera vez el pelaje de un perrito o de un gato.
Quiero traspasarle esa alegría.

– Nunca te arrepentirás – dije finalmente.

La mirada interrogante de mi hija me hizo notar lágrimas en mis ojos.

Me acerqué a ella, apreté sus manos y le deseé lo mejor, ya que había recibido el más maravilloso de los llamados…

Urgente


 

Urgente… Es una palabra con la que vivimos día a día en nuestra agitada vida y a la cual le hemos perdido ya todo significado de premura y prioridad.

Urgente… Es la manera mas pobre de vivir sobre este mundo, porque el día que nos vamos, dejamos pendientes las cosas que verdaderamente fueron urgentes.

Urgente… Es que hagas un alto en tu ajetreada vida y por un instante te veas y te preguntes: ¿qué significado tiene todo esto que hago?

Urgente… Es que te detengas y veas… cuan grande eres!

Urgente… Es que cuando camines por la calle, levantes la vista, voltees y mires a tu alrededor; observa el cielo, los árboles, las aves…¡a la gente!

Urgente… Es que seamos más humanos… más hermanos!

Urgente… Es que sepamos valorar el tiempo que nos pide un niño.

Urgente… Es que una mañana, te levantes temprano y veas salir el sol, siente su calor y dale gracias a Dios por tan grande regalo.

Urgente… Es que te sientas vivo en cuerpo y alma!… que veas tus brazos, tus piernas, tu cuerpo, tu inteligencia, y de verdad, ¡ vibres con la vida que te ha regalado el Padre celestial !

Urgente… Es que te tomes un instante en tu trabajo, salgas y respires profundo; y sientas como el aire llena tus pulmones… estas vivo!

Urgente… Es que le digas a la gente que la quieres, cuanto la amas hoy, no esperes hasta mañana.

Urgente… Es que no se te vaya la vida en un soplo y que cuando mires atrás, seas ya un anciano, que no puede echar el tiempo atrás, que todo lo hizo.

Instantes Perdidos


 

Los instantes perdidos son irrecuperables…

La vida puede ser vivida, o transformarse en un simulacro. Puede ser serena, puede ser competitiva. Puede ser alegre, puede ser triste, pero siempre es irrecuperable.

Rabindranath Tagore, poeta indio, decía:

«Si de noche lloras porque se ha ido el sol, tampoco podrás ver las estrellas».

El ser humano, eternamente insatisfecho, padece cuando no tiene nada y también padece cuando tiene demasiado.
No quiere conservar sus bienes para disfrutarlos, sino mantenerlos para acrecentarlos.
Si alguien es demasiado amado, se siente atosigado.
Si nadie lo ama, se siente desgraciado.
Cuando está con una persona añora otra presencia.
Cuando está en alguna parte, quisiera estar en otra.

Tantas veces el valor lo obtiene de lo que se ha perdido.
Tantas veces lo largamente anhelado aburre y desespera.
¿Hasta cuándo?

¿Hasta cuándo dejaremos escapar lo que tenemos, buscando lo que tampoco disfrutaremos?
¿Y hasta cuándo seguiremos pensando que es tarde, que ya no hay oportunidad?

Vivamos el momento, disfrutemos lo que tenemos y nunca, pero nunca,
olvidemos que el único tiempo que podemos perder es el que todavía no ha llegado.

El resto es pasado,
¡No sigamos perdiendo el tiempo!

No hay trabajo insignificante


 

Un alto ejecutivo de empresa que hacía olas en la industria de la informática se hallaba en un viaje de negocios en Tokio. Siempre era muy humilde y compartía todos sus éxitos con sus empleados. Al finalizar todas sus reuniones, se dirigió a un centro comercial para comprarles chocolates y regalos a sus empleados en su país.

Al entrar en el centro comercial, una diminuta dama le regaló una cálida sonrisa y le dio la bienvenida; esto lo tocó mucho y se sintió bien, no pudiendo olvidar la calidez en su sonrisa. Él se fijaba en ella mientras compraba; ella daba la misma sonrisa a todos los clientes que entraban al centro comercial.

El ejecutivo comenzó a preguntarse si alguna vez se sentiría ella cansada de hacer lo mismo una y otra vez, así que se encaminó hacia ella y le preguntó:

– Mi querida dama, ¿no está Ud. cansada de hacer este trabajo y cuánto tiempo ha estado haciéndolo?

La dama sonrió y dijo:

– No, señor, yo he estado trabajando aquí por los últimos 10 años y me gusta mi trabajo.

El ejecutivo quedó anonadado y preguntó:

– ¿Cómo es que ha estado haciendo esto por 10 años y por qué le gusta su trabajo?

La dama sonrió de nuevo y dijo: Señor, es porque así sirvo a mi país.

Esto le pareció un tanto divertido al ejecutivo. Él dijo:

– ¿Sirves a tu país sonriendo?

La diminuta dama dijo:

– Sí, señor, yo sonrío y todos los clientes que llegan al centro se sienten felices y relajados. Compran más, mi jefe está feliz y me paga más. Y como me paga más, puedo atender a mi familia. Y ya que puedo atender a mi familia, ellos están felices. Cuando los clientes nos compran, la demanda por los productos aumenta y, al hacerlo, hay más fábricas. Y cuando hay más fábricas, hay más empleos. Y cuando hay más empleos, la gente en el país está feliz. Como la mayoría de nuestros clientes son extranjeros, hay entrada de divisas. Ya que hay entrada de divisas, nuestro país tiene mucho dinero y se vuelve más rico cada día. Y gente como Ud., contenta con nuestro servicio, visita nuestro país más a menudo y, a veces, también le contará a su familia y amigos. Mi país consigue más visitantes, más dinero, más empleos y más gente feliz. Así es como sirvo a mi país.

Olvídalo


 

  • Lo que te hace daño… ¡Olvídalo!
  • Las resacas que dejaron las tormentas de este año… ¡Olvídalas!
  • Los pasos tambaleantes, los pasos retrasados, los pasos hacia atrás… ¡Olvídalos!
  • Las veces que pasaste ignorado, inadvertido, lastimado… ¡Olvídalas!
  • Los sueños consumidos, las ilusiones hechas cenizas, los intentos hechos polvo y el amor hecho recuerdo… ¡Olvídalos!
  • Las veces que latió tu corazón y nadie se dio cuenta, que quisiste hacer y no te dejaron, que abriste los ojos y te cerraron los párpados… ¡Olvídalas!
  • Las estrellas apagadas, los días opacos, el tiempo en blanco, la luna dividida y las horas de cerrazón… ¡Olvídalas!
  • El manto de insignificancia, de masa, de anonimato… de rutina…¡Olvídalo!
  • Las espinas largas y hondas, los secretos angustiosos y tristes, las piedras altas e insalvables… ¡Olvídalas!
  • Las semillas que se te quedaron dormidas, los vuelos que se te quedaron a ras de tierra, las rosas que se secaron antes de tiempo… ¡Olvídalas!
  • La cáscara de la semilla, el lucimiento de la vanidad, la máscara del hombre y el ropaje de la verdad… ¡Olvídalo!

 

  • No vivas hacia atrás.
  • No comiences recargado de sombras.
  • No des la espalda a la luz.
  • No te reflejes en lo que pasaste.
  • No te aferres al mismo punto de partida

 

Párate en la proa de tu barco, levanta de nuevo las velas, mira hacia lo largo y lo ancho del mar …
… cuando te convenzas de su inmensidad encontrarás otro camino y, cuando mires al cielo parecerás gaviota que apartándose de todo encuentra el camino.

 

Con el pasado aprendes, con el presente renaces y con el futuro sueñas.
Vivir empezando, es la forma de llegar.
Lo demás… ¡Olvídalo!

Mira más allá


 

Se cuenta una historia de una familia pobre que tenía la facultad de tomar todas las cosas por su lado positivo. Una mujer rica se interesó por ayudarlos.

Un día la visitó un vecino de la familia pobre y le dijo a la señora que no les ayudara porque la estaban engañando.

– Los niños de aquella familia siempre comen cosas deliciosas, lujos que ni yo puedo permitirme – dijo el vecino.

La mujer rica fue a visitar esta familia al mediodía. Estaba parada junto a la puerta, a punto de llamar, cuando oyó que una de las niñitas le preguntaba a otra:

– ¿Te vas a servir carne con puré hoy?

– No, creo que comeré pollo asado – respondió la otra niña.

Al oír eso la mujer golpeó la puerta y entró inmediatamente.

Vio a las dos niñas sentadas a la mesa en la que habían unas pocas rebanadas de pan seco, dos papas frías, un jarro de agua y nada más.

A sus preguntas contestaron que imaginaban que su pobre comida era toda suerte de manjares y el juego hacía que la comida les fuera un verdadero festín.

– Usted no sabe lo delicioso que es el pan cuando una lo llama torta de frutillas.

– Pero es mucho más rico si lo llamas helado de crema – dijo la otra niña.

La señora rica salió de allí con una nueva idea de lo que significa el contentamiento.

Descubrió que la felicidad no está en las cosas, si no en los pensamientos y nuestra actitud ante las cosas, No pidamos que cambie nuestra suerte, pidamos ser transformados nosotros. Entonces, veremos que hay bendiciones que nos aguardan en la situación que nos ha correspondido.

El Juicio


 

Cuenta una antigua leyenda, que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer. En realidad, el verdadero autor era una persona muy influyente del reino, y por eso, desde el primer momento se procuró un «chivo expiatorio», para encubrir al culpable.

El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas esperanzas de escapar al terrible veredicto: ¡La horca! El juez, también comprado, cuidó no obstante, de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado: «Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de él tu destino: Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras ‘culpable’ e ‘inocente’.

Tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino». Por supuesto, el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: ‘CULPABLE’. Y la pobre víctima, aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria.

El juez ordenó al hombre tomar uno de los papeles doblados. Este respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados, y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y con una extraña sonrisa, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca, lo tragó rápidamente.

Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon… «pero, ¿qué hizo…?, ¿y ahora…?, ¿cómo vamos a saber el veredicto…?» «Es muy sencillo, respondió el hombre… es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué». Con un gran coraje disimulado, tuvieron que liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo…